A continuación os presento la historia del Libro de Dambil. Su autora es una de las seguidoras de nuestro Blog, mi prima Elarien. Es una grandísima escritora. El texto que vais a leer me fue entregado el día de mi cumpleaños, uno de los mejores regalos que he recibido jamás. Espero que os guste tanto como a mí.
Existe un lugar secreto llamado Dambil. Es un mundo creado por la
magia de las razas ancestrales para preservar el secreto de los
Elementos. Cuatro Templos, aislados y unidos entre sí, guardan el germen
de las fuerzas del origen de la Vida y del Universo: Agua, Aire, Tierra
y Fuego.
Cada año el Gran Maestro José Miguel selecciona a 18
escolares del Bastión Elemental que serán los responsables de mantener a
salvo ese mundo. Los elegidos formarán el Consejo de los 18, un Consejo
cuyo poder se basa en la Sabiduría, el Valor, la Imaginación y la
Palabra. Cada año la historia se reescribe y son los miembros del
Consejo los encargados de afrontar la difícil tarea. Cada palabra que
apunten en el Libro del Consejo se corresponderá con un hecho imborrable
en Dambil. Cualquier error, un acento, una coma, una simple falta de
ortografía cambiaría el significado de lo escrito y su lugar lo ocuparía
un suceso distinto, imprevisible y fuera de control. Las fuerzas
oscuras aprovecharían la coyuntura para liberarse y no tardarían en
desencadenar guerras que pusieran en peligro la estabilidad de ese mundo
con el fin de dominar su Magia.
El Consejo siempre está de guardia, pendiente de
cualquier alteración, de revisar cada detalle. Sin embargo nadie supo de
dónde provenía la gota de tinta que apareció una mañana sobre las
páginas del libro. Surgió de repente, de la nada. El Consejo no pudo
borrarla. Al intentarlo, se extendió. Era una mancha oscura que ocultaba
las palabras escritas debajo. Convertía la historia en un galimatías
ininteligible que se reescribía sin orden una y otra vez. ¿Cómo? ¿Por
qué? ¿Qué significaba en la realidad de Dambil? Aquel borrón se escondía
un personaje de origen incierto que bautizaron con el nombre de Blurr.
Sembraba el caos a su paso. Desintegraba párrafos, lugares y seres que
sustituía por garabatos de criaturas informes, irreconocibles.
¿Qué hacer? Desde el Bastión todo era inútil, no
tenían más opción que la de ir a su encuentro, averiguar qué ocurría
tras el muro de tinta, reparar los daños y acabar con aquel ser.
Tendrían que ir todos. Antes, cada miembro del Consejo debía escoger y
leer un libro. Su tema conformaría la base de sus habilidades:
literatura, matemáticas, idiomas, gramática, historia, arte, música,
física, química, biología... cualquier materia era susceptible de ser
consultada. Con la lectura las páginas se transformarían en plerios,
dones mágicos que nacen del conocimiento. El Gran Maestro portaría El
Libro del Consejo. La continuidad de todo dependía de él.
Los héroes escribieron sus nombres en la
contraportada del Libro y, al lado, añadieron el título de su obra de
poderes. Unieron sus manos manchadas de tinta y las apoyaron sobre la
cubierta. La habitación osciló antes de desaparecer.
Les rodeaba un mundo diferente. Un
mundo que moría y se deshacía ante sus ojos. Entre sus paisajes de ríos,
bosques, cascadas e incluso en el cielo se abrían abismos de papel y
tinta. La Naturaleza y la Magia se desmoronaban.
En seguida se dieron cuenta de que no estaban solos.
De entre los árboles surgieron representantes de las distintas razas:
elfos, orcos, trols, duendes, enanos, hadas, brujas, unicornios,
dragones e incluso algunos humanos. El Gran Maestro se inclinó ante
ellos y el Consejo reprodujo su gesto.
- Sed bienvenidos Gran Maestro y magos del Consejo -
le saludó Feyn, el Rey Elfo, que enseguida les puso al tanto del estado
de las cosas. - Nuestra situación es grave. La devastación es imparable
y, al ritmo que avanza, pronto no quedará nada, ni nadie. Sois nuestra
última esperanza.
- Al principio intentamos cubrir los daños - explicó Mindor, el
líder de los enanos - pero desistimos al ver que nuestras excavaciones
sólo empeoraban la situación.
- Hemos perdido a muchos de
nuestros compañeros - añadió Kurg, el General Orco. - Les hemos visto
caer víctimas de ataques invisibles transformados en sombras. Ni
siquiera conservaban una forma reconocible. Ahora no son más que una
opacidad siniestra que arrasa por donde avanza.
- Desde nuestro Bastión hemos visto las huellas en las páginas sin
ser capaces de detenerlas- expuso el Maestro al tiempo que se las
mostraba en el Libro. - Teníamos que venir. Necesitamos reunir los
Cuatro Elementos para crear la nueva materia con la que restaurar el
libro y reconstruir Dambil.
El comité de bienvenida asintió. ¡Ojalá ese plan funcionase!
-
Os guiaremos hasta sus Templos - se ofreció Rose, la Dama de las hadas.
- La ruta más segura es cruzar el bosque, sin seguir ningún camino. Es
fácil perderse pero también estaremos más protegidos. Los árboles
resisten mejor el influjo de las sombras, aunque con el tiempo a ellos
también les afecta. Debéis evitar tocar las heridas o las extenderéis.
El grupo se internó en el bosque. El hada tenía
razón, en medio de la espesura el paisaje era casi normal. Aún así, en
algunas zonas, las copas habían perdido ramas y hojas y los troncos
presentaban parches borrosos sobre su corteza. Aunque sentían curiosidad
por estudiar aquellas lesiones, hicieron caso al hada y se mantuvieron a
distancia. Ni siquiera el Claro de los Templos se había librado por
completo del contagio.
El Templo era una inmensa cascada de
Agua, tan alta que parecía caer desde una montaña de nubes en el cielo.
No era así. En realidad caía desde el germen de Agua que habían ido a
buscar. ¿Cómo iban a subir hasta allí a recogerlo?
- Si congelásemos la cascada podríamos escalarla - sugirió el Mago Físico. - Creo que con mis plerios lo conseguiría.
-
Me parece buena idea- convino el Mago Arquitecto- pero sería más fácil
si helásemos tramos de agua para construir una escalera.
Así lo hicieron. Los dos Magos combinaron sus plerios mientras
ascendían por la escalinata de hielo de la cascada solidificada. Con su
último plerio envolvieron el Germen del Agua: una gota cristalina,
fluida y sin fondo.
La cascada desapareció y en su lugar surgió un
volcán, el Santuario del Fuego. La lava avanzaba por sus laderas y el
humo se alzaba en espirales por las grietas y su cráter. El calor era
insoportable. ¿Cómo extraerían el Germen de su interior?
- Tengo una idea, - comentó el Mago Químico. - No es difícil pero sí peligrosa.
- Nada está exento de riesgos - comentó el maestro. - Cuéntanosla.
- Consiste en hacer estallar el volcán para que expulse el Germen.
- No serviría de mucho, no quedaría nadie para recogerlo - vaticinó la Adivina del grupo.
Mindor intervino en la conversación.
-
No si nos refugiamos en las Minas. Están cerca y son el lugar más
seguro. Los enanos sabemos cómo excavarlas para que resulten más firmes
que cualquier fortaleza.
- Creo que funcionaría - manifestó la Adivina.
- Ahora el problema es que mis plerios caigan en el cráter desde las Minas - reveló el Químico.
- Eso es fácil de solucionar. Yo me encargo del arma para lanzarlos - se ofreció el Mago Ingeniero.
Dentro de las Minas el Ingeniero encontró herramientas y material
en abundancia para construir un cañón que dispararía los plerios del
Químico. Agregó algunos de sus propios plerios para aumentar la
precisión del arma. Una vez todo listo, protegidos en su refugio,
descargaron la munición.
El volcán reventó con toda su furia. La lava inundó
el terreno y el humo el cielo. Se sucedieron un millar de explosiones.
El Gran Maestro pensó que no se acabarían nunca. Una sacudida más honda
que el resto marcó el final. Mindor demostró tener razón, las Minas les
mantuvieron a salvo.
Cuando salieron sólo encontraron un ascua, tan radiante como el
sol. El Químico la recogió con unas pinzas y la metió en el interior de
un termo de laboratorio.
- Así no me quemará - afirmó.
Se levantó el viento, un torbellino que se abría en un túnel
semejante a una serpiente que se enroscaba y oscilaba en todas las
direcciones. Soplaba desde un punto situado en su otro extremo, el
Germen del Aire. El viento era tan fuerte que no les permitía acercarse,
en cada intento los repelía una y otra vez. Era infatigable y ellos no.
- Sólo hay un modo de controlar el aire - gritó una voz.
- ¿Cual?- preguntó otra. - ¿La respiración?
- No, la Magia de la Música - le aclaró la primera.
Se
oyó el sonido de una flauta. Las notas volaban, se entremezclaban y se
perdían. La Maga Músico insistió. Tocaba a un ritmo de vértigo, aún más
rápido que el viento. Sólo así lograría que la melodía amainase a la
serpiente y ésta les permitiese penetrar en el túnel. Cada compás era un
paso hacia delante, un paso hacia dentro, un paso hacia el fondo. Allí
le esperaba una canción con la fuerza reunida de todas las voces de la
Naturaleza, un sonido cuyo eco resonó en el vórtice de una Rosa de los
Vientos antes del último acorde. La Maga cogió la Rosa y la guardó junto
a su flauta.
La Tierra tembló. De una hondonada rellena de lodo
negro trataba de emerger una figura que se derretía de nuevo en una masa
informe. Algo raro sucedía.
- ¡Parece un Golem! - exclamó el Mago Teólogo.
- En realidad es un Ser enfermo - diagnosticó el Mago Médico. - Se está muriendo.
-
Es por culpa de la palabra que lleva escrita en la frente - resolvió el
Lingüista. - "Met" es hebreo y significa muerte cuando debiera ser
"Emet", verdad. Tenemos que corregirlo.
- ¿Cómo escribiremos sobre una sustancia que se deshace? Se borrará.
- Si ocurre aquí, estará en el Libro. Hay que revisarlo.
El
Mago lingüista se puso manos a la obra. Comprobó párrafo a párrafo, con
la ayuda de sus plerios, un diccionario y varias lupas, cada página del
libro. Era una tarea complicada porque los borrones y garabatos se
habían extendido por todo el Libro. Al terminar volvió al principio y
miró a todos con gesto de desaliento.
- Es Blurr- declaró.
- ¿Qué quieres decir? - le preguntó el Teólogo.
- Que si toco el Libro se dañará aún más. No lo puedo arreglar porque el Golem es Blurr. Ambos son lo mismo.
- Y cuando el Golem muera también lo harán Dambil y desaparecerá el Gran Libro - dedujo el Médico. - Tenemos que curarle.
- ¿Cómo? No es posible acercarse.
-
Sí que es posible - corrigió el Gran Maestro. - No olvidéis que
contamos no sólo con los plerios sino con el resto de los Elementos.
Aquel lodo no presentaba buen aspecto. Su color,
negro azabache, no se correspondía con el de ningún tipo de tierra
conocido. El médico lo tocó y el barro se pegó a sus manos. A pesar de
sus intentos de limpiárselas y restregárselas, la piel continuó manchada
de negro.
- Parece tinta - comentó.
- Pues no debiera estar ahí. Tendremos que extraerla. - añadió el Geólogo.
- ¿Cómo?
- Lo mejor sería centrifugarla.
El resto de sus compañeros le miraron asombrados. ¿A qué se refería?
- ¿Cómo una lavadora? - preguntaron.
- Exacto, es para
que se sedimenten las distintas capas - explicó mientras vertía sus
plerios en la falla, que se transformó en un remolino. - ¡Apartaos!-
avisó.
Demasiado tarde. Antes de que reaccionasen un aspersor de tinta les
tatuó, sin remedio, de la cabeza a los pies. La piel se les cubrió de
historias. Algunos se miraron entre sí preocupados ¿qué iban a decir sus
padres y el resto de sus profesores al verlos?
- No os preocupéis, - les consoló el Gran Maestro, - los tatuajes desaparecerán cuando los hayáis leído.
Al
menos la técnica había sido eficaz y toda la tinta la tenían sobre la
piel. El lodo estaba limpio, con el color normal de la arcilla. No todo
eran buenas noticias. El Golem se hundía. No les sobraba tiempo, no
podían entretenerse, tenían que actuar.
Recurrieron al viento para levantar de nuevo al
Golem. Los Magos escultores le devolvieron su forma de Titán de la
Tierra, gigante y majestuoso. El Lingüista escribió en su frente la
palabra hebrea Emet y el Fuego fraguó la talla. La lluvia cayó sobre
Dámbil. Una lluvia hecha de la unión de Agua, Fuego, Viento y Tierra que
hizo germinar nuevas semillas. Los árboles cubrieron los claros vacíos.
Sus raíces sostuvieron el terreno deshecho. Sus hojas se introdujeron
entre las páginas del Libro, cicatrizaron los borrones y crearon nuevos
párrafos. Los Magos se encontraron de nuevo en la Sala del Consejo con
el Libro abierto sobre la mesa.
Sobre mi piel aún tengo grabada una palabra de esta historia. Una palabra que no he leído, que no leeré y que no sé cuál es.
Es una historia muy interesante.La parte que más me ha gustado es cuando tenían que salvar a Golem.
ResponderEliminarFdo:Alex Constantín Iosef
Esta historia ha sido de las que más me ha gustado, porque tiene un argumento, y está tan bien escrito, que quieres leértelo entero.
ResponderEliminarMe gusta mucho la historia.Fdo:César C.
ResponderEliminar¡Esta historia está chulísima! Lo que más me ha llamado la atención es cuando se llenan el cuerpo de palabras tatuadas y que solo se les irá la palabra que lean.
ResponderEliminarEsta historia es impresionante, me encanta, la mejor parte para mí es cuando intentan curar al Blurr.Fenomenal la historia ;D.
ResponderEliminarFdo María Martín
Está muy bien a ver si haces otra Fdo: Kike López Ortuño
ResponderEliminarMe encanta es interesante, aportadora y da muchas ideas para nuestras historias.Me gustan un montón los enanos y como salvan Dámbil.
ResponderEliminarKaren ;)
Me ha gustado, pero me lío un poco con lo de los plerios.
ResponderEliminarFdo: maria huertas
¡Está historia es increíble! Menudo regalo te han dado profesor.
ResponderEliminarAlexa:)
Me ha encantado,eres una gran escritora y espero que sigas escribiendo historias como estas
ResponderEliminarEn mi opinión, es aburrida,pero en cuanto a historia, parece muy muy elaborada.
ResponderEliminarEsta historia, me ha impresionado bastante y además me ha fascinado.Al leerla sentía como si estuviera dentro,pero lo mejor de esta historia ha sido el Golem es un personaje genial e impresionante.Pero lo que no entiendo es cuando en la historia dicen:"centrifugar" "como si fuera una lavadora" si en esa época se lavaba a mano.
ResponderEliminarFDO:SILVIA PALOMARES.
Mil gracias por vuestros comentarios, me encanta escribir y conocer vuestras opiniones me resulta muy útil. La sinceridad es una virtud y tomaré el consejo en serio y procuraré mejorar y darle más emoción la próxima vez (eso vuestro profesor lo hace mucho mejor que yo y tendré que aprender de él). No hablaré de lavadoras aunque el mundo del que provienen los alumnos del Gran Maestro sí que las haya inventado. Si tenéis más sugerencias será un placer conocerlas. José Miguel tiene más historias mías por si a alguien le apetecen y mejor aún si opináis y criticáis. Gracias de nuevo.
ResponderEliminarMe gustaría que subiesen más historias tuyas porque creo que te lo mereces después de haber seguido nuestro blog y nuestras historias desde el principio, poniendo comentarios y escribiendo tus mismas historias (que por cierto, se te da muy bien escribir). Espero que nos sorprendas con otra historia tuya. :)
EliminarMuchos recuerdos,
César Nieto Ocaña