lunes, 11 de noviembre de 2013

El Bastión Elemental



Mientras Titón, Silvia y Alejandro permanecían en las casas de curación, Finred decidió ir a dar un paseo por las calles del Bastión Elemental. El elfo arcano había estado en otras ocasiones en la ciudad flotante pero él prefería vivir en el Bosque Sombrío y velar por la defensa de sus fronteras. No obstante, las palabras de Alejandro lo habían intrigado y su curiosidad por el asunto del Innombrable no hacía más que aumentar. En ocasiones el mago había escuchado habladurías sobre el asunto, algunas viejas leyendas y cuentos para asustar a los niños, pero nada concreto. Por esa razón, mientras Titón terminaba de recuperarse, decidió dar un paseo hasta la biblioteca de la ciudad para investigar en los libros. 

Al salir de las Casas de curación, respiró el aire fresco y agradable de la ciudad. La tarde avanzaba y la luz cálida del ocaso arrojaba destellos de color dorado sobre las fachadas de los edificios. Finred sabía que en algún lugar había una gran biblioteca pero había tantas calles a su alrededor que temía perderse por el camino. Se hallaba pensando qué camino tomar cuando vislumbró una figura que se dirigía hacia él con paso tranquilo. El elfo aprovechó la situación y abordó al desconocido para interrogarle por la biblioteca.
- Buenas tardes -dijo Finred-.
- Bienhallado -contestó cortésmente el desconocido-.
Ante Finred se alzaba un muchacho joven y alto que vestía su atlético cuerpo con una cota de malla dorada. En su pecho lucía un blasón que representaba un enorme ojo blanco. Tenía el cabello oscuro y un rostro agradable que inspiraba confianza. De sus hombros colgaba una capa majestuosa con tonos fuego y en su espalda colgaba un enorme mandoble.
- Mi nombre es Finred, vine con un grupo de elfos arcanos hace unas horas. Traíamos un herido.
- ¡Vaya! así que tú eres el mago que trajo a Titón de vuelta al Bastión. Muchas gracias por devolvernos a uno de los nuestros -dijo el joven con gentileza-.
- ¿Uno de los vuestros? -pensó Finred en voz alta- eso quiere decir que tú eres uno de los miembros del consejo.
- Efectivamente, mi nombre es César Criado de los Eolir. Soy guardián del Bastión. Mi trabajo es patrullar las calles e impedir que ningún intruso pasee por este lugar sin permiso.
- Es una suerte haberte encontrado, César C. -dijo Finred sonriendo- precisamente estaba intentando llegar a la biblioteca ¿Tal vez puedas ayudarme?
- ¡Por supuesto! -respondió César C.- conozco el Bastión como la palma de mi mano. De hecho, estoy terminando mi turno de guardia y me dirijo a los cuarteles que quedan cerca de la biblioteca. Te acompañaré parte del trayecto.
- ¡Excelente! -exclamó el elfo-. 
Finred y César C. ascendieron por una calle pulcramente empedrada. Los pasos del joven Eolir hacían tintinear su armadura y la espada que colgaba de su espalda se columpiaba con suavidad. El muchacho era algo tímido, permanecía callado y estaba atento a lo que sucedía alrededor. César tenía una cualidad especial para el estudio de la magia. Desde pequeño tenía ciertos problemas para descifrar los pergaminos de hechizos. Eso dificultaba mucho sus tareas de estudio hasta que sus profesores se dieron cuenta de que el alumno veía símbolos y runas ocultas en el papel. Esta cualidad hacía que el joven eolir progresara más despacio pero gracias a su habilidad había descubierto multitud de hechizos secretos muy útiles para el Consejo.  

El elfo, mientras tanto, estaba maravillado contemplando la belleza de las calles por las que pasaban. Había pequeñas casas de una sola planta adornadas con macetas de colores vivos que colgaban de sus ventanas. Estaban hechas con piedras perfectamente cuadradas y los dinteles de las puertas se hallaban adornados con deliciosas figuras de madera. 

- Está ciudad es impresionante -dijo Finred-.
- Es un lugar único -respondió César C. con orgullo-. La magia de este lugar hace que todo sea más bello y la razón por la qué fue creada le otorga una nobleza especial.
- La verdad -dijo el elfo un poco avergonzado- es que no conozco muy bien el origen de este lugar.
- Pues si te parece, podría contarte la historia de la ciudad, aún nos queda un buen trecho hasta la biblioteca.
- Eso sería estupendo - contestó Finred con entusiasmo-.
- ¿Te apetece comer algo? - dijo el muchacho ofreciéndole una pieza de fruta- la historia es larga y puedes comer mientras caminamos.
- ¡Qué fruto tan extraño! ¿De qué se trata?
- Es un kiwi pachucho, solo crecen aquí en el Bastión ¡Están deliciosos!
- Gracias, lo probaré - aceptó de buen grado Finred-.
César C. se puso serio y comenzó a relatar con voz suave y solemne.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando ni siquiera Gormul existía, cuando Dambil aún era joven, un gran cataclismo acechó la zona norte del mundo mágico.
Allí, entre la ciudad del Minotauro y el mar de las siete aguas, concretamente en la ciudad de Siempreinvierno, se estaba debatiendo una feroz batalla. Esta guerra marcaría por completo la vida del Consejo de los 18.

Hacía ya dos días y dos noches que el ejército de los orcos luchaba contra los habitantes del reino del rey Brazofort. Humanos y orcos luchaban  por un manuscrito; El Manuscrito de los Cuatro Elementos. Éste guardaba todos los hechos ocurridos a todas y cada una de las cuatro tribus. Sus secretos más ocultos, sus cualidades y debilidades. Todo y absolutamente todo lo relativo ellas.
El campo de batalla era un auténtico infierno. Todo era un completo caos. Orcos fuertes y robustos; protegidos por gruesas corazas y poderosas hachas. Y humanos; con sus respectivos yelmos, armaduras y espadas luchaban entre sí. En el suelo yacían los cuerpos sin vida de aquellos valientes que habían dado su vida por salvar a su pueblo de la codicia por el pergamino. El estridente sonido de las formidables espadas al colisionar unas con otras estremecían el aire y los llantos y lamentos de los guerreros envolvían el ambiente. El calor sofocante y un desagradable olor a quemado inundaban la atmósfera.
El manuscrito se encontraba en el valle de las gotas heladas, custodiado por Fósforo y Stirlet, un par de dragones guardianes.
Mientras tanto el rey de los orcos: Calaverón, se dirigía hacia allí. Brazofort (Rey de los humanos) que ya conocía sus intenciones, persiguió al malvado rey para impedir que el pergamino cayera en malas manos.  

Cuando los dos reyes se encontraron empezaron a luchar despiadadamente. Grandes y gruesas gotas de sudor recorrían sus mejillas y la sangre manaba de las visibles heridas que, poco a poco, iban haciéndose más graves.
 
Cuando Calaverón estaba a punto de ser derrotado, en su último aliento consiguió dar un golpe seco con su hacha sobre el manuscrito, separando éste  en cuatro fragmentos. De repente una brillante y cegadora luz empezó a surgir de los trozos del manuscrito y elevándose por los cielos desaparecieron en el firmamento volando en diferentes direcciones. Cada uno fue a caer a un lugar diferente del mundo mágico. Calaverón, aprovechando la confusión, consiguió escapar y, durante muchos años estuvo intentando reunir las cuatro partes del manuscrito.

Para impedir que Calaverón consiguiera los fragmentos de pergamino, un representante de cada una de  las cuatro tribus se dedicó a buscar los trozos desaparecidos por todo Dambil. Después de mucho esfuerzo y sacrificio, consiguieron reunir los fragmentos. Poco después, para que el pergamino no volviera a caer en malas manos, o se iniciaran guerras para robarlo, decidieron crear un Consejo que reuniera a los habitantes más honrados y poderosos de Dambil para protegerlo. Así fue como nació el primer Consejo.

Para que la seguridad del pergamino fuera mayor, los representantes de las cuatro tribus se reunieron en asamblea para tratar ese tema y, decidieron que el fragmento no podía estar guardado en cualquier sitio pues podía ser robado con facilidad. La importancia del fragmento era vital para la existencia de todo Dambil pues, si los fragmentos volvían a ser unidos el poder del pergamino sería devastador si era usado con malas intenciones. Así que el Consejo de sabios, temiendo la traición de muchos seres codiciosos que habitaban el mundo mágico, hizo un conjuro para ponerlo a salvo y mantenerlo escondido de cualquier mal.
Para el hechizo, los Eolir dieron su agilidad y destreza; los Terrarus su fuerza y su dureza; los Flaimers su sabiduría y su inteligencia y los Woiters su amor y voluntad. Juntaron sus manos y formaron una gran bola resplandeciente y luminosa que se elevó por los aires. De repente una porción de terreno comenzó a desprenderse de la tierra dejando una gran llanura bajo sí. Se elevó del suelo, cada vez más y más alto hasta que sólo llegó a ser un puntito en el firmamento. En ese terreno flotante se edificó una ciudad con magia poderosa y antigua. Allí se guardaría para siempre el pergamino elemental.
El Consejo de sabios se mudó allí para así poder proteger mejor el pergamino. Éste pasó a llamarse el Manuscrito Dorado, ya que ahora, después de todo, resplandecía fuertemente y había tomado un bello color oro.
La ciudad tomó el nombre de Bastión Elemental y pasó a ser el hogar de los encargados de defender el Manuscrito. El consejo tomó el nombre de los componentes que lo formaban. En un principio se llamó el Consejo de los 4 pues estaba formado por los 4 humanos que consiguieron juntar de nuevo los fragmentos del pergamino elemental. Poco a poco el consejo fue creciendo hasta el día de hoy, en el que El Consejo de los 18 vela por la seguridad de Dambil y del pergamino. 


La parte más importante de la ciudad- dijo César señalando un edificio con forma de pirámide- es la Pirámide Elemental, lugar donde se guarda el pergamino y donde se celebraban las asambleas y reuniones de mayor importancia. Para mayor protección, la ciudad está envuelta en una gran masa transparente mágica que la aislaba del mundo exterior y…

- ¡¡Como me enrollo!! -dijo César C. sorprendido- ya hemos llegado al cuartel. Yo debo quedarme aquí.
- Es una pena -sintió Finred- la historia de la ciudad me ha encantado, me gustaría saber más cosas.
- Tal vez en otra ocasión, por cierto, casi me olvidaba; la biblioteca queda al final de esta calle, es aquel edificio grande de allí - dijo César C. a modo de despedida-.
- Muchas gracias por todo, César C. de los Eolir, ha sido un placer compartir este rato contigo -se despidió Finred.
El elfo continuó ascendiendo la calle en busca de la biblioteca de la ciudad, sus pasos silenciosos acariciaban los adoquines del majestuoso Bastión Elemental. Las respuestas siempre hay que buscarlas en los libros… ¿Qué o quién es el Innombrable?

La historia del pergamino dorado está basada en la historia original de Ana Rodríguez Rusillo, una de las escritoras más increíbles del mundo mágico de Dambil.

10 comentarios:

  1. Qué chulo que ha estado estoy deseando saber quién es el Innombrable.

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  2. Profe me encanta pero sobretodo la parte del kiwi pachucho es para partirse!!!!!!
    :DKaren

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  3. Me ha gustado mucho lo de kiwi pachucho y me a resultado muy interesante la historia.
    Alexa

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  4. Me ha gustado mucho la parte en la que César.C le ofrece a Finred un kiwi pachucho.
    Fdo:Alex Constantín Iosef

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  5. Está historia está muy bien profesor como todas las que haces. Fdo: Kike López Ortuño

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  6. Esta historia es fascinante y muy intrigante esta vez te has superado profe esta muy muy chula.FDO:Silvia Palomares.

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  7. La historia es muy buena pero lo que mas me gusta es lo del kiwi pachucho.

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  8. Me gusta mucho la historia. Me alegro de que por fin sepamos el origen del Bastión Elemental.Pero ... ¿ quién es el Innombrable ?
    FDO: María Palomares <3<3<3

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  9. Me ha encantado esta historia, es diferente a las demás. Yo también estoy deseando saber quién es el Innombrable.

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  10. ¡Felicidades! La historia es divertida, interesante y cambia de capítulo en capítulo, se descubren cosas nuevas en cada uno.

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