Era
un día en el que el viento soplaba con mucha fuerza, haciendo que se abrieran y
cerraran las ventanas, que las puertas dieran portazos inesperados y fuertes,
que se rompieran algunos cristales, mientras el viento soplaba.
En
la casa del duende Dalguer, se hacían oír con más fuerza pues, casi nunca
estaba él ahí, lo que la hacía misteriosa, por su tejado roto, la puerta
torcida y agujereada, varias habitaciones hundidas y oscuras, y porque muchas
veces salían gatos negros con ojos rojos, las orejas agujereadas de tantas
peleas y ratas gordas y sucias, que en el poco tejado que había, se dejaban
ver. Aquel día ventoso, podía distinguirse
una luz que provenía de aquella casa.
Danlera,
una Guardiana del Viento, puedo ver aquella luz. Ella tenía unos ojos
almendrados misteriosos, la piel transparente y unas orejas puntiagudas que
acompañan a sus labios oscuros y serios. Tenía el pelo grisáceo y corto peinado
hacia los lados.
Al
ver la luz, quiso alcanzarla, sin tener en cuenta los peligros que podían
encerrar aquella casa. Quería investigar la luz, de dónde salía y qué o quién
la hacía brillar. Llamó un par de veces a la puerta, pero sólo se oían los
chirridos de las ventanas, los cristales romperse y el viento silbar. Entonces,
decidió entrar, pues estaba segura de que no estaba habitada. Cuando entró,
puedo observar con facilidad, que los que habitaban la casa, eran gatos medio
muertos, al igual que las ratas. Se vio rodeada, y no tuvo más remedio que
lanzar un conjuro. Se trataba de una ola de aire, expulsando a los animales de
aquella ruina. Una vez hecho el conjuro, Danlera se sintió más aliviada, pero
no del todo. Caminaba con mucho cuidado, pues ya se había puesto el sol, y
temía ser descubierta. Se veía poco, y al rato, oyó a lo lejos unas voces
gritar. El corazón le iba a cien, cuando sintió que se hundía, y que el suelo
desaparecía. Cuando cayó al suelo, puedo ver con mayor facilidad aquella luz
tan misteriosa. Siguió caminando, cuando un portazo la detuvo por completo.
Tenía tanto miedo que no podía respirar por si hubiera entrado alguien. Danlera
estuvo unos minutos quieta y alerta: tuvo la idea de que el causante de aquel
portazo había sido el viento. Dentro de aquella casa, el aire era húmedo, pero
no hacía calor.
Ella decidió seguir hacia delante cuando dos
puertas bloquearon su camino. Las dos puertas desprendían luz, lo que a Danlera
la confundió. La puerta izquierda estaba más estropeada, con lo que decidió
continuar su camino por aquella puerta. Al entrar, no estaba oscuro, lo que la
sorprendió también el que hacía frío y el aire no estaba húmedo. Pudo seguir
con mayor facilidad hasta llegar a la luz. Aquella luz provenía de una bola
cubierta por hojas en una habitación muy bien amueblada, con un duende viejo a
su lado.
Este
le dijo:
-¿Qué
haces aquí?
-He
venido porque desde fuera, vi la luz que provenía desde el interior de esta
casa, y decidí averiguar qué o quién la hacía brillar.
Dalguer,
que así se llamaba el duende, pidió que
la joven frotara aquella bola. Al flotarla, Danlera durmió. Durmió en un sueño
profundo, del que no despertaría jamás.
No suelo comentar mucho por el blog, pero esta historia es una de las mejores que has hecho Celia y lo merece. Sigue así, estás progresando mucho.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu historia, es la mejor que has hecho!!!!!!!
ResponderEliminarFelicidades